No tienes que pagar para ser escuchado, con Dios puedes orar cuantas veces quieras, en el momento que desees. Vence tu orgullo e intenta.
Les dijo también: —¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, por favor, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje y no tengo qué ofrecerle’; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada y mis niños están conmigo en cama. No puedo levantarme y dártelos’? Os digo que, si no se levanta a darlos por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Por eso os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Lucas 11:5-10
El Señor Jesús nos dio esta enseñanza, por supuesto, sobre el poder de la oración, de insistir. Y como Él mismo se encargó de ilustrar a través de la parábola del ‘Amigo inoportuno’, habló sobre la importancia de «molestar» a Dios incluso a través de la oración. No es que a Dios le moleste, pero para que el ser humano comprenda la importancia de la perseverancia en la oración, usó la ilustración de este amigo inoportuno despertando al otro a medianoche.
Esa es una lección que todos debemos aprender, porque nunca he conocido a nadie que dijera: ‘Mira, he estado orando demasiado, necesito orar menos’. Pero hay personas que dicen: ‘Necesito pedir más, buscar más protección, luz, dirección, liberación. Necesito orar más’.
Un error humano es que a veces queremos hacer las cosas de forma distante, cuando tenemos el brazo fuerte de nuestro Señor, y solo nos queda orar, molestarlo. Jesús estaba dando a entender aquí que no es una importunidad para Dios. Para nosotros parece ser. He visto a personas que dicen: ‘No quiero molestar a Dios con esto’. A nosotros nos parece importunidad, pero para Dios es un signo de dependencia. Al igual que un hijo dice: ‘Papá, ¿qué te parece? ¿Qué tengo que hacer?’ El padre quiere escuchar al hijo. Si hay algo que mata a las familias hoy en día, es el silencio. Los niños que no hablan con sus padres y mantienen sus rostros en sus teléfonos celulares todo el día. Esta falta de comunicación mata familias. A veces el niño está pensando en suicidarse en casa, pero el padre y la madre no lo saben.
Entonces les pregunto: si Dios lo sabe todo y por lo tanto no necesitamos hablar, entonces ¿por qué dejó aquí estas palabras? No es porque Él sepa lo que necesitamos, es porque Él quiere que ejercitemos nuestra fe. Es necesario ejercitar la fe, y la oración es la forma en que mostramos a Dios que necesitamos ayuda, mostramos nuestra humildad, nuestra posición de necesidad. Pedimos porque reconocemos que lo necesitamos. Cuando la necesidad se vuelve más grande que el orgullo, la persona busca solucionar el problema.
Así sea el hijo que agrada al Padre. El Señor Jesús, aun siendo uno con el Padre, se retiró a orar. Todos podemos practicar esto más. Podemos hacer más de eso, en cualquier lugar, en cualquier momento y no pagamos nada. Basta con decir: ‘Padre mío, en el nombre del Señor Jesús, te pido que escuches mi oración ahora’. Y luego hablas tus propias palabras y verás cómo reaccionará Él a lo que le pides.