¿Usted quiere tener el control de todo?

Cuando éramos adolescentes, muchas de nosotras nos imaginábamos con una carrera brillante, cuando compraríamos el primer coche y con una determinada edad caminaríamos al altar para decir “sí, acepto”. En cambio, en la fase adulta, otros deseos se agregaron a la lista: familia constituida, hijos, cuentas pagadas en un día y una casa decorada como en las fotos que vemos en las redes sociales. Pero suceden situaciones adversas, los problemas surgen y puede ser que al mirar el reloj, muchas mujeres tengan la impresión de que el puntero no salió del lugar.

Puede ser que a los 30 años, algunas aún no hayan usado el velo y la tiara o que, ya casadas, independientemente de la edad, no hayan visto a su marido o a los hijos rendidos ante la presencia de Dios y eso las frustre de alguna manera.

Panorama

Toda y cualquier situación, cuando se sale de control, tiende a provocar reflejos en el universo femenino. La autora de los libros Mejor que comprar zapatos y La mujer V, Cristiane Cardoso, señaló precisamente la falta de control como uno de los factores desencadenantes de la ansiedad. “Principalmente, la mujer tiene la sensación de que tiene el control, pero no lo tiene. Usted quiere las cosas de una manera, visualiza aquello y todo tiene que quedar perfecto, pero eso termina convirtiéndose en ansiedad porque las cosas no son como queremos”, dijo.

Ella incluso enfatizó que el sentimiento es inherente a todas y que debe ser tratado con la intensidad que se merece. “La ansiedad nos incita a no confiar. Es un miedo, un recelo de perder o no lograr una cosa”, explicó.

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El ejemplo de Ana

La Biblia cuenta la historia de Ana, una mujer que tuvo que enfrentar sus problemas y conflictos internos como nosotros lo necesitamos. La situación en la que estaba la acorralaba aún más dentro de sus sentimientos. Ella lloraba y se entregaba a los lamentos y, de esa forma, impulsaba su ansiedad a un nivel aún mayor.

Ana era estéril y, en la época, si la mujer no podía tener hijos, no era valorada por la sociedad. Todos la miraban con pena. Para completar el escenario, Penina, la segunda esposa de Elcana, su marido, tenía hijos e insistía en recordarle cuán incapaz era de hacer lo mismo.

Hasta que, un día, Ana comprendió que Dios estaba en el control de todo. Entonces, fue a Él de manera diferente e hizo un voto de que su hijo Lo serviría, a pesar de que aún no lo tenía en sus brazos. Es decir, ella en verdad empezó a confiar y creer. Así, dejó de preocuparse. “Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste… Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel…” (1 Samuel 1:18-20).

¿Ya se detuvo para pensar qué revelan sus oraciones con respecto a usted cuánto exponen la ansiedad y la inquietud que está dentro de usted? Confíe en Dios, actúe la fe y haga la parte que le corresponde. No siempre las cosas salen a nuestra manera y menos mal que es así. Los problemas son los que nos enseñan, nos disciplinan y nos llevan, con humildad, a mantenernos firmes a Sus promesas.

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