«Jesús Se sentó frente al Arca del Tesoro, y observaba cómo la multitud echaba dinero en el Arca del Tesoro; y muchos ricos echaban grandes cantidades. Y llegó una viuda pobre y echó dos pequeñas monedas de cobre, o sea, un cuadrante. Y llamando a Sus discípulos, les dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos los contribuyentes al Tesoro; porque todos ellos echaron de lo que les sobra, pero ella, de su pobreza echó todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir.» Marcos 12:41-44
Jesús observaba a las personas dando las ofrendas en el Arca del Tesoro, y vio a hombres ricos, vestidos de lino fino y púrpura que depositaban grandes sumas de dinero, oro y piedras preciosas. Verdaderamente eran ofrendas voluminosas.
Pero Jesús también vio la ofrenda de aquella viuda pobre, y solamente la de ella era una ofrenda alzada, espontánea y desinteresada.
La ofrenda, normalmente, carga un interés en sí, pero la ofrenda alzada es voluntaria, sin interés, pura, que expresa su amor, su ternura hacia Dios.
La persona hace esa ofrenda por libre y espontánea voluntad, no porque el pastor la pidió, sino porque nació dentro de ella aquel amor, aquella gratitud, o sea, un sentimiento profundo de querer darle al Señor lo mejor que tiene. Eso se llama ofrenda alzada.
Fue lo que Dios le pidió al pueblo de Israel, cuando le dijo a Moisés:
«Di a los hijos de Israel que tomen una ofrenda alzada para Mí; de todo aquel cuyo corazón le mueva a hacerlo, tomaréis Mi ofrenda alzada.» Éxodo 25:2
Obviamente, quien hace nacer el deseo de la ofrenda alzada es el Espíritu Santo.
Por lo tanto, aquellos que tienen oídos para oír, oigan esta Palabra, entiendan y saquen provecho, para que sus vidas sean prósperas en todos los sentidos y sean la propia bendición, con la vida abundante que Jesús prometió.