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“Cuando conocí a José, él tenía 26 y yo 46. Nos vimos por primera vez en la piscina en la que los dos entrenábamos. Yo iba todos los días y él iba a veces. Cuando coincidíamos, nos mirábamos de repente, pero para mí él solamente era el chico guapo. Después de un tiempo empezamos a saludarnos y luego a conversar a la orilla de la piscina. Ahí supe que estaba en el penúltimo año de kinesiología y que tenía 20 años menos que yo. Un día, en modo de broma, le dije que cuando egresara me podía pedir el celular y eso le encantó”, revela Alejandra, una abogada madrileña de 49 años.

Al principio, agrega, conversábamos sobre nuestros intereses o cosas banales, del tipo “qué bien nadas” o “qué lindo es tu traje de baño”.  Y así estuvimos por casi un año, hasta que un día se atrevió a invitarme un café un mes antes de dar su examen de título. “Sabía que estaba interesado en mí y yo lo encontraba muy atractivo, así que acepté sus invitaciones, hasta que nos dimos un beso. Pensé que su interés iba a acabarse ahí, pero el hecho de que yo tuviese mucha más experiencia le gustó. Han pasado tres años desde esa primera vez y todavía seguimos juntos”.

En general lo pasamos muy bien, cuenta Alejandra. Pero ello, enfatiza, no quita de su cabeza que José debería buscarse una chica de su edad, que quiera tener hijos (él quiere tener uno, pero ella ya no quiere tener otro).

Alejandra sabe que pronto su belleza irá perdiendo terreno con los años, y que aparecerán los achaques de la edad. ¿Cuándo llegue ese día, José me seguirá queriendo?, se pregunta.

Keka Ortiz, psicóloga y psicoterapeuta, dice que como cualquier otra relación lo que debe primar es la verdad. Esto es, plantearse si son felices, si no se hacen problemas al presentarse ante el círculo de amistades. Pero, sobre todo, ser conscientes que, debido a la gran diferencia de edad entre ambos, de aquí a algunos años, uno de ellos presentará arrugas, canas.

“Si no existen esos inconvenientes, entonces hay que disfrutar de la relación, pero con los ojos abiertos. Y estar con los ojos abiertos no significa desconfiar, es simplemente no crear falsas expectativas, es no construir castillos de arena que se van a caer”, sostiene la profesional.

 

Beneficios

 

La edad que separa a ambos no tiene por qué ser vista como un problema, por el contrario, puede ser beneficiosa para los dos

En el caso de los jóvenes, afirma Keka Ortiz, estos al mantener una relación con una mujer mayor, aprenderán como ella, que ha podido estar sola durante un tiempo, ha podido lograr su independencia económica, destacar en lo laboral, en lo académico.

Mientras que las mujeres mayores, ellas lograrán revitalizar su vida sexual, a hacer cosas que dejaron, como salir de viaje, asistir al cine, caminar, ir a bailar, etc.

 

Estar con los ojos abiertos no significa desconfiar, es simplemente no crear falsas expectativas.