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Una  pareja de recién casados, se mudó para un barrio muy tranquilo. En la primera mañana en la casa, mientras tomaba café, la mujer reparó a través de la ventana, que una vecina colgaba sábanas en el tendedero. Que sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero… ! Quizás necesita un jabón nuevo… ¡Ojala pudiera ayudarla a lavar las sábanas! El marido miró y quedó callado. Y así, cada dos o tres días, la mujer repetía su discurso, mientras la vecina tendía sus ropas al sol. Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpiecitas, y dijo al marido: ¡Mira, ella aprendió a lavar la ropa! ¿Le enseñaría otra vecina? El marido le respondió: ¡No, hoy me levanté más temprano y lavé los vidrios de nuestra ventana!

La vida es así, todo depende de la limpieza de la ventana, a través de la cual observamos los hechos. Es fácil juzgar a los demás sin darnos cuenta que la situación errada está en nosotros. Limpiemos las ventanas de nuestra vida antes de mirar a los demás.