En la Santa Biblia existe una lección formidable en la relación entre el pastor y sus ovejas.
Es tan espiritual y profundo, que el Señor Jesús se llamó a Sí mismo como Buen Pastor y, a nosotros, como ovejas de su rebaño. La historia a continuación es un ejemplo de eso.
Había una vez un visitante que recorrió Siria y encontró a tres pastores de ovejas que daban agua a sus rebaños junto a un pozo.
Las ovejas estaban todas mezcladas y un extraño podría pensar que se trataba de un único rebaño. Poco después, uno de los pastores se levantó y llamó: “¡Mene-Ah! ¡Mene-Ah!”, que en árabe significa “ven conmigo”.
Inmediatamente, unas treinta ovejas se separaron del grupo y siguieron a su pastor colina arriba. También, el segundo pastor se apartó un poco y exclamó su “¡Mene-Ah!”, y continuó con su rebaño. Admirado, el turista preguntó al pastor que quedaba:
– ¿Sus ovejas me seguirían si yo las llamase?
– ¿Por qué no prueba?, indagó él.
– ¿Y si usara su capa y su cayado? ¿No cree que pensarían que soy usted?
Sin nada que decir, el pastor ofreció al hombre su capa y su cayado, y observó con una sonrisa en los labios como el extraño llamaba su “¡Mene-Ah! ¡Mene-Ah!”. Las ovejas no le prestaron atención. El pastor, entonces, le explicó:
– Ellas no siguen a ningún otro. Solo una oveja enferma sigue a un extraño.
Esa lección de vida es profunda y habla mucho sobre nuestra alma. ¿Qué relación de amor existe entre el pastor y sus ovejas? Fue por eso por lo que Jesús nos enseñó, diciendo:
“De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños… Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas”. (Juan 10:1-5, 14, 15).