Creyeron y tríunfaron
Año 1987. Mientras el terrorismo desangraba el interior del país, en Lima, Rafael Gutiérrez y Shirley Cabrera iniciaban una amistad que los llevaría, casi 10 años después, al altar. Fue en las aulas universitarias donde se vieron por primera vez. Ella al principio lo miró como un compañero más, él en cambio, con ojos de un adolescente ilusionado.
Sentado en el sofá de su casa, hoy Rafael nos cuenta que de Shirley le gustaba todo. “Cuando el profesor nos dejaba tareas, yo iba a su casa para ayudarla. Así me ganaba su cariño”, dice.
Shirley, por su parte, confiesa que lo que más le llamó la atención de Rafael fue su caballerosidad. “Mientras los demás compañeros eran palomillas, él era muy cortés con las chicas. Parecía un joven de otra época”, [ríe].
La atracción que Shirley y Rafael se tenían los llevó a ser más que compañeros de clase. Empezaron a salir como amigos, y luego se convirtieron en enamorados.
Cuando las personas están apasionadas no ven los defectos del otro. Y eso le pasó a Shirley. En casi todas las reuniones al que iba con Rafael, este se emborrachaba. En varias oportunidades tuvo que llevarlo a su casa en taxi.
Al principio ella pensó que la inmadurez de Rafael lo llevaba a beber mucho, que luego cambiaría. Estaba equivocada. Él no cambió. Entonces Shirley lo conminó a dejar de beber o, en su defecto, a terminar la relación. Rafael optó por lo primero. Años después se casaron y con lo ahorrado dieron la primera cuota de un departamento a donde se fueron a vivir.
La separación
El sueño de ambos de estar juntos se había hecho realidad. Ahora había que esperar la llegada de los retoños. Pero eso no sucedió. Lo que llegó fue ver nuevamente a Rafael borracho. Todos los fines de semana llegaba ebrio a la casa y eso era motivo de peleas. Estuvieron así durante dos años. Fue en ese tiempo que nació el hijo de ambos.
La tensión que vivía Shirley la llevó a sufrir de ronchas en el cuerpo y de un nódulo debajo de la lengua. Al ver esto, su madre le dijo que en la CCES a donde ella asistía la gente lograba curarse con la ayuda de la fe. Incrédula, Shirley acompañó a su madre, y tiempo después llegó a sanarse.
Los ruegos de Shirley para que Rafael dejase de tomar no tuvieron eco, así que decidió separarse. Aunque vivían bajo el mismo techo, cada uno hizo su vida durante tres años.
Shirley comenzó a salir con sus amigos, y Rafael dejó otra vez la bebida al reflexionar sobre su situación. Pero ahora era ella quien no quería saber nada de él.
Enfocada en su maestría, Shirley se alejó de Dios, y tiempo después unos fuertes dolores en la columna la llevaron a visitar a un médico. Sufría de hernia discal.
“No podía caminar y para movilizarme usaba silla de ruedas. Lloré mucho. En ese momento me acordé de la primera vez que fui a la CCES, y decidí regresar”, cuenta.
Acompañada de su madre participó de las oraciones, y en una de esas, logró volver a casa caminando. Rafael al verla, no podía creerlo.
—¿Qué ha pasado? ¿Y el dolor en la columna?—preguntó incrédulo.
—No es maravilloso. Esto es obra de Dios. No hay otra explicación—respondió.
Shirley llena de alegría abrazó a su esposo y decidió darle una segunda oportunidad.
Rafael había perdido el trabajo injustamente y por eso había interpuesto una demanda. Shirley le dijo que si Dios le pudo ayudar a ella a caminar, también podría hacer lo mismo con él. Así que cogiendo uno de los currículos de Rafael lo llevó hasta la iglesia en donde oró para que su esposo consiguiera un trabajo. Una semana después, él fue llamado de una empresa. Dios había respondido. Luego la justicia falló a su favor y le pagaron una indemnización. Con ese dinero, Rafael terminó de cancelar el departamento donde vivía.
Le detectan cáncer
La relación de Shirley y Rafael había pasado por duras pruebas, que felizmente ambos supieron superar.
La vida transcurría con normalidad entre ellos, hasta el día que Rafael fue diagnosticado con cáncer a la nasofaringe con metástasis en los ganglios. “La noticia me quebró. Estuve triste”. Para las quimioterapias y las medicinas decidieron usar el dinero guardado que estaba destinado a la compra de otro departamento.
Shirley había superado dos enfermedades con la ayuda de Dios, y Rafael había conseguido un trabajo. ¿Por qué no arriesgar todo el dinero que tenían para superar el cáncer? Sin dudarlo, pusieron todo en la Hoguera Santa, y como había acontecido antes, Dios respondió. Tres meses después, nuevos análisis revelaron que Rafael estaba sano.
La vida les puso una nueva prueba a ambos, pero con fe ellos lograron superarlo. Después de lo vivido, continuaron participando en la Hoguera Santa, y hoy cuentan con dos camionetas, un departamento en Surco, dos oficinas en San Isidro y una en Miraflores, además de un terreno en Asia. (F.D)