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Aprenda a construir el suyo

Abandono y agresiones físicas fueron parte de la vida de Flor de María Castelares,  quien nunca dejó de luchar para tener la familia que siempre soñó.

Flor de María Castelares es natal de Huancavelica, vivía con sus abuelos por parte de madre porque había sido abandonada cuando era pequeña, le gustaba jugar en el campo. Una mañana con tan solo siete años de edad, contenta iba colocando sus libros en su maleta para salir a la escuela; pero antes tocaron la puerta, era una mujer con regalos en brazos, diciendo que era su madre y venía a llevársela, nunca se había imaginado que los libros de la maleta serían reemplazados por la ropa que tendría que llevar ante las exigencias de Roberta Paucar, madre de Flor. Con el corazón quebrado, tuvo que despedirse de sus queridos abuelos no pudiendo contener el llanto. Flor no estaba de acuerdo en irse con su madre y pedía a sus abuelos que no lo permitieran e intercedan pero ellos decían: es tu madre. Flor solo pudo ceder a la voluntad impuesta por los mayores porque ella tan solo era una niña.

Violencia

Roberta Paucar logró llevarse a Flor y se fueron a vivir a Jauja, porque allí Roberta mantenía un compromiso y fruto de eso tuvo un hijo llamado Epifanio Carhuancho. Flor quería jugar y divertirse como toda criatura; sin embargo, a tan corta edad su madre le había designado el rol de madre, cocinaba, lavaba y cuidaba a su hermano. No solo eso, cuando su madre venía del campo, era indiferente con Flor, nunca tuvo gestos de cariño y afecto.  “Llegaba agresiva, me golpeaba con un palo, me arrancaba los cabellos y una vez en unas de las bofetadas me hizo sangrar la nariz; jamás entendí su desprecio”.

Durante 10 años Flor de María estuvo siendo agredida  por su progenitora, la indiferencia y la falta de cariño continuaban. Flor siempre fue querida en el pueblo por su amabilidad y respeto, y una vecina, al notar tanta violencia en su hogar, decidió traerla a Lima con el permiso de su madre.

Flor acepta ir a la capital con el sueño del progreso económico. Empezó a trabajar como niñera, años después, con sus ahorros abrió una concesionaria de ventas en un colegio por la Victoria, donde conoció a su futuro esposo Luis Bernal, quien era en ese entonces un auxiliar de educación, su seriedad y amabilidad conquistaron a Flor, empezaron a conocerse y tres años después contrajeron nupcias. Al año tuvo un hijo, Luiggi Bernal. Flor empezaba a conocer la felicidad al lado de su familia; sin embargo, duró poco, su esposo se había convertido en una persona machista, acudía a las fiestas con el propósito de libar alcohol y al regresar se convertía en una persona explosiva y la agredía psicológicamente, era diferente al Luis de años atrás. “Habían realizado renovación de contratos en el lugar donde en ese momento trabajaba, me quedé sin trabajo y por la desesperación de no poder sacar adelante a mi familia, empecé a beber”, dice Luis.

Tres años después Flor tiene a su último hijo Karlos Bernal, pensaba que las cosas mejorarían, pero continuaba sufriendo ante los problemas con Luis Bernal por culpa del alcohol. Flor ya no soportaba tantos años malos, no lograban ser feliz. Recordaba las agresiones de su madre Roberta Paucar y ahora sin paz en la familia.

Cambio de vida

Cuando Flor iba camino al trabajo le hicieron una invitación para a asistir a la CCES, Flor había sufrido tanto que no tenía nada que perder. Empezó a llevar a sus hijos, poco a poco a su esposo Luis; tras su perseverancia y su fe depositada en Dios, notó un cambio. “Fueron muchos años de sufrimiento, pero hoy somos felices, mi esposo cambió, mi familia está transformada. Iniciamos con la bendición de Dios cada año, para que nuestros proyectos y familia se mantenga bendecida, por ello participamos en las vigilias del nuevo año en la presencia de Dios para tener un año de muchos éxitos”, nos dijo flor. La vida que pasaron no fue fácil, pero ellos lograron superarlo.